Cuando una persona ha sido víctima de un secuestro, agresión sexual, maltrato grave, robo con intimidación, exposición a actos de guerra, etc. O ha experimentado una catástrofe natural: terremoto, inundación, incendio, accidente, naufragio, etc. La persona ha sentido que su vida o integridad física estaban en peligro.
El trastorno de estrés postraumático es una reacción severa emocional que va asociada a un trauma psicológico que no se ha podido elaborar adecuadamente. Entre los síntomas más comunes se encuentran la re-experimentación del acontecimiento a través de imágenes y pensamientos, percepciones, sueños recurrentes, alucinaciones o flashbacks. La persona sufre un gran malestar al exponerse a estímulos que están relacionados con el suceso. A ello se le acompaña de una gran activación corporal como taquicardias, falta de aire, mareos, etc.
Como mecanismo de defensa se produce una evitación persistente a los estímulos que están asociados al trauma como los pensamientos, lugares o personas que le recuerden el acontecimiento, llegando incluso a producirse amnesia. Se produce una reducción del interés y la participación de las actividades cotidianas, una gran sensación de desapego hacia los demás y aparecen síntomas de persistentes de activación como nerviosismo, insomnio, irritabilidad, falta de concentración y un estado de alerta continua, entre otros.